miércoles, 25 de abril de 2012

Robo en cuatro dimensiones


Teníamos casas, teníamos coches, teníamos vacaciones y teléfonos de última generación. Teníamos televisores nuevos cada dos años. Y ordenadores. Teníamos trenes de alta velocidad y autovías y paseos marítimos y grandes museos y centros de interpretación del Atún de Almadraba y de la Faba de Lourenzá si hacía falta. Teníamos una televisión pública líder de audiencia, teníamos hospitales que atendían a todo el mundo, pensiones para cuando nos íbamos haciendo mayores, escuelas para todos (mediocres, no nos engañemos, que ahí están los informes Pisa), universidad para todos (mediocre, no nos engañemos, que ahí están las listas de excelencia y todos nuestros Premios Nóbel de los últimos cincuenta años en disciplinas científicas para atestiguarlo). Teníamos equipos deportivos que sembraban el terror en las competiciones internacionales. Teníamos gobierno en Europa, gobierno en España, gobierno autonómico, diputación provincial y municipios de seis habitantes si hacía falta. Y chorizos. En cada nivel de la administración, en cada estructura de poder proliferaban los chorizos, el lucro personal, la idiocia, la rapiña y la miopía, porque ¿para qué estaba ese dinero que venía de los cielos europeos y de la concejalía de urbanismo? Malayas, Gurtels, EREs, Campeones, Pretorias, Palma Arenas… todos entrando a saco en ese dinero que fluía y que era público, es decir, para el primero que se lo llevase porque no tenía dueño.
Vivíamos por encima de nuestras posibilidades, sí, pero no (o no principalmente) de las económicas. Vivíamos por encima de nuestras posibilidades intelectuales. Todos queríamos atar los perros con longanizas, darle anabolizantes a la gallina para tener los huevos de oro más grandes de todo el planeta. Éramos más listos que nadie porque a golpe de ladrillo y plomada íbamos dejando a los países de cerebritos atrás en el ranking.¿Para qué estudiar? ¿Para qué buscar información alternativa a la del País de las Maravillas, por ejemplo en Internet? ¿Para qué procurarse los conocimientos mínimos que te permiten votar velando por tus intereses? ¿Para qué amargarse si la vida era bella? Y no digo que no se trabajase, no, sólo que daba más pereza pensar que levantar una pared. Si como pueblo soberano hemos ido alternando o reeligiendo a gobernantes notoriamente incapaces, notoriamente corruptos, si como pueblo soberano ni hemos buscado una alternativa ni hemos protestado ante la burla y el expolio, si como pueblo soberano no hemos exigido responsabilides con seriedad ni siquiera cuando la mierda nos estaba llegando a la boca, permítanme decirles que como pueblo soberano somos una mierda un asco. ¿Es de extrañar entonces que después de habernos timado con el 'toco mocho' ahora nos vengan a convencer de que la culpa es nuestra e insistan en pasarnos la cuenta? Vivimos en el mundo feliz y cuando escasea el soma nos damos cuenta de que somos gamma y épsilon, ¿acaso sin el más mínimo poder individual nos hemos hecho de repente responsables de todo? Buuuurros, que éramos tan listos y nos estaban timando.
Y es que se acabó. El rascacielos era de Pladur cartón yeso. Probablemente, de haberlo hecho un poco menos alto, de haberle puesto cimientos, la historia sería bastante diferente. Pero somos el país de los listos. De los que nos ahorramos el IVA, de los que aparcamos en doble fila. De los que no nos importa que nuestros gobernantes sean corruptos o ineptos y se rían en nuestra cara.
Demasiadas cosas iban quedando para pagarlas mañana.Y, lamentablemente, mañana es hoy. Del dinero que nos falta hoy la mayor parte nos lo han robado, pero una parte también nos la hemos estafado a nosotros mismos a lo largo de muchos años, por listos. No ha desaparecido sin dejar rastro, era el ‘Infinity’, la coca del consejero, los aeropuertos ornamentales y la Cidade da Cultura. Eran cuatro trajes. Eran los recortes de impuestos a las rentas altas. Eran los chavales que tiraban a la basura el dinero de su educación para irse a la construcción. Podéis buscarlo en los bancos y en las grandes empresas multinacionales, en las cuentas de los magnates y en los sueldos de los expresidentes. Pero si de verdad queréis encontrarlo, buscad en el tiempo: los recursos que necesitamos hoy son todas esas cosas estúpidas que permitimos hacer durante los últimos años como si realmente fuesen para nosotros. ¡Hala, que nos quiten lo bailao! Vendrán amargura y estrecheces para nuestra vejez y nuestros hijos, pero al menos hemos tenido unos añitos de vivir como los señores.
Y ahora, para solucionarlo le seguimos dando las llaves del gallinero al sindicato de zorros, a los que nos han expoliado, a “las dos únicas alternativas”. Y nos quedamos sin vacaciones y sin televisor nuevo. A veces sin casa. Nuestra jubilación se aleja y nuestras pensiones decrecerán frente al IPC. No se ha luchado ni se lucha en serio contra el fraude, no se han perseguido ni se persiguen los paraísos fiscales, no se ha aumentado ni se aumenta la presión fiscal sobre los realmente ricos.
Y nos quitan la calle y la red para protestar. Y los hospitales tendrán taquilla a la entrada. Y las escuelas y las universidades. La esperanza de una generación mejor formada que tenga alternativas a ser albañiles o dependientes (¡ay, la polisemia!), es de lo primero que se desactiva mientras se refuerza la represión.  Para que las próximas generaciones sean más burras y sumisas, por si se extendiese la idea del timo y la injusticia y al pueblo se le ocurriese tomarse la justicia por su mano, como ya ha pasado alguna vez aunque posiblemente en las escuelas del futuro deje de contarse.
Hacen falta sacrificios, sí. Porque necesitamos un futuro. Pero ¿cuántos sacrificios y en aras de qué futuro?

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